Viajera y Pachanguera

 "Viajera y Pachanguera"


Alta y serena, con bolsita en mano,
Surcaba trenes, buses y caminos,
Inesperada, libre de destinos,
Abuelita viajera, dulce arcano.

Con el abuelo, en constante tirano,
Peleaban siempre, fieles peregrinos,
Sus pasos juntos, jamás clandestinos,
El amor los unía, un vínculo arcano.

Recuerdo los paseos por el mar,
En la playa, sin miedo a naufragar,
Tu risa, una estrella en todo lugar.
Buscando La luna como te lo fueras a comprar.

Tu espíritu aventurero y tu mirada,
Son mi guía, abuelita, en cada parada.



Poema hecha con Anécdotas 

compartidas de su nieta Aida Osio de Villa

Abuelita Viajera

Mi Abuelita Alta y, ¿sabes cómo la podría definir? Como la abuelita viajera, porque le encantaba explorar. Agarraba su bolsita de mandado, llevando sus cosas, y se aventuraba en camiones o trenes, sorprendiéndonos al aparecer en cualquier lugar. Era impredecible; cuando menos lo esperábamos, ya estaba fuera de casa. Casi siempre con mi abuelo, aunque se la pasaban peleando todo el tiempo, peleaban y peleaban, peleaban, peleaban, pero siempre estaban los dos juntos. 

Recuerdo una anécdota: íbamos al departamento, donde vivíamos Fabi y yo. Salíamos de la universidad a las 9 de la noche, y al llegar, sabíamos que mi abuelita nos esperaba con su suéter, bien peinada, su bastón y su bolsita. Decía: “¡Vámonos de locas!” Le encantaba que la lleváramos a pasear por el malecón y el boulevard de Veracruz. Pero lo que más disfrutaba era sentarse en el malecón, compartir una nieve y contemplar la luna.

Hubo una noche en que la luna estaba hermosa, pero las nubes la ocultaban. No nos fuimos hasta que logramos verla completa, incluso si eso significaba quedarnos hasta la una o una y media de la mañana. Mi abuelita amaba la naturaleza. 

Abuelita Pachanguera

Una vez, mi abuelita alta llegó al departamento con mis primos: Pepe, Edgar, César y otros cuyos nombres no recuerdo, tal vez el güero también. Decidimos ir a la playa, pero mi abuelita tenía la responsabilidad de cuidar a mis primos. Así que nos dijo: “Me quedaré aquí sentada, vigilándolos. No se muevan de este perímetro donde pueda verlos.”

Sin embargo, desde lejos, vimos la “banana”, esa lancha con forma de plátano que da vueltas. Nos emocionamos y decidimos subirnos sin avisarle a mi abuelita. El lanchero aceleró al máximo, y mientras dábamos vueltas, nos preguntó: “¿Quieren caerse?” Y nosotros respondimos: “¡Sí!” Salimos volando, pero afortunadamente, todo quedó en risas y diversión.

Cuando regresamos a casa, mi abuelita nos dijo: “¡Qué bueno que fueron obedientes! Vi a unos muchachos trepados en esa cosa.” Solo entonces le confesamos que fuimos nosotros. Siempre compartimos esta anécdota con mis primos. Mi abuelita pensaba que éramos los nietos más bien portados, aunque le encantaba viajar y llevar a quien fuera con ella.


Comments

Popular posts from this blog

Grandpa Warren Reese Peters Sr

Pipo, el Chamaco Inalcanzable

Aunt Claudia Hyland